El despecho del “indevolvible”
Ha sido acusado de servil y de traidor. Lo han catalogado como un incondicional del chavismo, y como un oportunista. Militante y líder político desde su juventud, algunos de sus lapsus linguae le han puesto la nota hilarante a las sesiones de la Asamblea Nacional y quedarán para la posteridad. Desde las dos orillas en las que a simple vista se divide la política nacional, quienes lo conocen se preguntan qué se trae entre manos. Y no es para menos. Ismael, secretario general de un partido que nos es rojo rojito sino vinotinto, abre juego fuera de la revolución sin desmarcarse del proyecto chavista, una posición que lo pone en el límite de la tolerancia del líder único, el padrecito Hugo Chávez
Es martes 29 de mayo, Caracas está agitada y las protestas estudiantiles roban titulares como hace meses no lo hacía ningún movimiento opositor. Al otro lado de la acera política y mediática se habla de "foquismo y guarimbas", de planes desestabilizadores, del ataque de la oligarquía y el imperio. Los ánimos están crispados, y cuando Ismael Concepción García, diputado por el estado Aragua y secretario general del partido Podemos, hace uso de su derecho de palabra en la Asamblea Nacional (AN), advierte que en el programa La Hojilla se meterán hasta con su abuela después de lo que dirá: "Convoquemos al diálogo en esta hora difícil. Ya está bueno de confrontaciones". De inmediato reaviva las sospechas en la línea dura del chavismo.
Las sospechas se convierten en acusaciones de traición después del 1 de junio. Ese día Ismael se sube de parrillero en una moto y llega hasta la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) para recibir un documento de los estudiantes. Entre empujones, sudoroso, casi a gritos, García repite hasta el cansancio que no actúa en nombre de la AN, sino a título personal. Aunque llegó para tender un puente, no disimula su talante áspero. Recibe el documento, la manifestación se dispersa, arrecia la lluvia y arrecian también los cuestionamientos sobre su gesto: ¿Está saltando la talanquera? ¿Su actitud conciliadora obedece al oportunismo o a una convicción democrática?
El hombre público sobre el que se abren estas interrogantes vive en un constante viaje. Su casa en La Victoria –la de su esposa y en la que se criaron sus nueve hijos–, es apenas una escala; su tierra natal –la sierra de Falcón–, sólo un escape eventual. De viernes a domingo puede visitar dos o tres ciudades, y el lunes regresa a Caracas. Aquí tiene un refugio discreto, pero conocido por sus allegados, que saben que si Ismael está en la ciudad, dormirá en el Plaza Palace Hotel, como lo ha hecho durante los últimos siete años. Justo ahí se encontraba la mañana del 12 de abril de 2002. Eran momentos de confusión y los miembros del parlamento trataban de articularse.
Cinco años después, Carlos Tablante tiene tiempo para contestar preguntas con respuestas minuciosas. Ya no es diputado, ni gobernador de Aragua, pero conserva la afabilidad y la populachería: llega a un pequeño café en el Centro Comercial Lido, donde sonríe y saluda a cuanto transeúnte se le queda mirando por más de dos segundos. Aunque la entrevista sea sobre García, Tablante habla en primera persona porque, después de todo, la sombra de su liderazgo –hoy venido a menos– en el estado Aragua, cobijó al joven Ismael sindicalista, que llegó en 1973 a Maracay como empacador de la empresa farmacéutica Farvenca y despuntó como concejal de La Victoria, hasta llegar a la alcaldía en 1992.
“Yo conozco desde hace años a los dueños del Plaza Palace, y el 12 de abril me enteré de que la DISIP iba a allanarlo”, recuerda Tablante. Políticamente no jugaban para el mismo equipo, pero el ex gobernador afirma –emocionado sin dejar de aclarar que se desmarcó del golpe- que a su ex compañero de militancia masista le ofreció carro, casa o lo que fuera necesario para evadir la persecución. La ayuda no fue necesaria, porque después de reunirse con otros diputados, quienes cuentan que estaba visiblemente nervioso y perturbado, García se fue a la retoma de Miraflores. Junto a Aristóbulo Istúriz, entre otros, fue uno de los primeros civiles en cruzar el túnel hacia el Palacio. "Yo estaba viendo por televisión el momento en el que Chávez aterrizó en helicóptero en Miraflores. Ahí estaba Ismael haciendo una llamada, y me sorprendí cuando vi que me estaba llamando a mí, para decirme que habían recuperado el poder”, remata Tablante.
Rafael Simón Jiménez también estuvo con Ismael en el Plaza Palace durante los días de abril. A diferencia de Tablante, el ex vicepresidente de la AN aún formaba parte de Podemos. La Plaza Altamira se ve desde el edificio destartalado en el que trabaja Jiménez cuando está en Caracas. Mientras arrellana su inmensa humanidad en la silla, el barinés que conoció a Chávez cuando ambos eran liceístas, no se ahorra nada al comentar los intríngulis del Movimiento al Socialismo (MAS), del chavismo, de la historia política del país. Franco, a ratos burlón, rayano en el sarcasmo pero sin negar sus cercanías y afectos del pasado, Jiménez comienza diciendo que le encuentra dos cualidades a García. Si le encontrara la tercera, agrega, “quedaría como un jalabola”. “Ismael”, adelanta, “es un trabajador incansable y tiene el valor personal de ser atestado. Pero una de sus debilidades es no haberse preocupado por su formación”.
Esa falta de “ilustración” hizo titubear a Jiménez en el momento de la división del MAS. Chávez cortó la naranja de un machetazo y bautizó las mitades como el MAS-más y el MAS-menos. De un lado menos, estaban Leopoldo Puchi y Felipe Mujica, del más Ismael García, Didalco Bolívar y Ramón Martínez. Rafael Simón se sentía en la mitad, pero no era momento de tibiezas y, cuando tuvo que decidir, escuchó los consejos de quienes le decían que con el poco ilustrado Ismael no iba a hacer un acto cultural, ni a fundar una corriente teórica, sino política pura y dura. La decisión es harto conocida: Jiménez se quedó en la AN , pero Tablante se fue a la oposición, y dice que quizás por un asunto geográfico los falconianos García y Bolívar quedaron en el oficialismo, con la anuencia de Luis Miquilena –también nacido en Falcón–, quien fue “la mano peluda” que avivó la hoguera en la que ardió el Moviendo al Socialismo.
A raíz de la división, Ismael se convirtió en jefe de la fracción parlamentaria de Podemos, su primer papel como interlocutor ante el gobierno. En adelante, se le encomendarían tareas estratégicas, como la presidencia de la comisión de postulaciones para la elección del Consejo Nacional Electoral y la dirección nacional del Comando Ayacucho, meses antes del referendo revocatorio. La notoriedad de García no le restó obsecuencia con el chavismo, ni tampoco modestia: “Él es un hombre humilde, forjado a pulso, y sufre de eso que yo llamo el complejo de cenicienta”, dice Jiménez, refiriéndose a ese empeño que tienen los políticos en mostrarse cada uno más pobre que el otro, como vendedores de empanadas. Después de soltar una risotada estridente, Jiménez no tiene empacho en decir “yo nunca vendí empanadas, lo que hice fue comérmelas”.
El lobby del Plaza Palace no es humilde pero sí es modesto. No hay aire acondicionado y el calor del mediodía arrecia en la urbanización Las Delicias, mientras la recepcionista de turno conversa con algunos huéspedes cubanos que regularmente recalan allí. Hace pocos minutos Ismael llegó al restaurant del hotel, donde el almuerzo ejecutivo se sirve con jugo de frutas en vasos de plástico. La chica continúa su conversación y dice, refiriéndose a García: "Está diciendo lo que piensa, pero cómo te digo… lo dice dentro de lo que es él". Pero ¿qué es García?, ¿qué piensa?
Muy cerca de la plaza Bolívar está la oficina de Podemos. El cuartel general del partido está identificado con letras plateadas en relieve, y la sala de recepción está forrada con afiches del presidente Chávez y una gran foto panorámica de la primera convención nacional que celebró la organización. A pesar de estar en un edificio viejo, la oficina es moderna, ordenada, sobria. El despacho de García está presidido por una pintura de Simón Bolívar, delante está el escritorio de vidrio con sus papeles en orden, y una silla negra. En las paredes hay fotos de Salvador Allende, el Che Guevara, Argelia Laya y Fidel Castro; hay una biblioteca en la que se ven retratos familiares: el matrimonio de una de sus hijas, la graduación de otra, su abuela materna. También hay un televisor y un DVD de última generación y un pequeño sofá negro de cuero para visitantes. Todo está dispuesto en perfecto orden, impecable, como nuevo.
A las 9:30 de la mañana Ismael llega acompañado por un escolta más bajito que él. Está vestido con un pantalón oscuro, una camisa a cuadros, una chaqueta sport y zapatos lustrosos. La ropa bien planchada se ajusta a su figura esbelta. Apenas entra a la oficina, la secretaria le ofrece café y lo trae servido en tazas de metal. Se toma el café sin mojarse el espeso bigote negro y bien podado. Sus manos son limpias y cuidadas. Pone sus dos teléfonos celulares en el escritorio y contesta algunas llamadas: canaliza peticiones, hace citas para la próxima semana. Luego apaga los teléfonos para poder concentrarse en la entrevista, y entra en su papel de secretario de partido, de agitador. Comienza sus frases con un tono moderado, pero a medida que enumera sus argumentos levanta la voz hasta llegar casi al tono de la tribuna pública. “En la legislatura pasada, en la que hubo mucha confrontación, me tocó salir a las puertas del parlamento para pedirle a los seguidores del presidente que permitiera salir a los diputados de oposición”, recuerda de tiempos en que la AN era un órgano multicolor.
Le cuesta mantener la calma mientras conversa. Hace aspavientos con las manos exaltados. No entra en confianza de buenas a primeras, y le es imposible ocultar su rigidez. Cuando se le pregunta por qué ha marcado cada vez más distancia del chavismo duro pierde la paciencia y reconoce que él no puede estarse quieto. “La oposición ha actuado con mucha ineficacia y torpeza. Está comandada por sectores que no han sabido vivir los momentos políticos del país. Por eso, para mí, la oposición no son ellos, sino más de cuatro millones de venezolanos que votaron contra Chávez y no se les puede descalificar como oligarcas o golpistas. Es gente que tiene una visión distinta del país”. Al culminar esta frase, se encuentra exasperado e indignado. Su verbo se vuelve arrollador, incontenible. “Y eso hay que respetarlo, vale. No podemos descalificarlos por eso”.
Sin embargo, pese a su furia, no se le escapa una mala palabra, se cuida de hacer señalamientos directos porque no se considera un "delator". Todo lo contrario, se preocupa siempre por dejar claro su apoyo a la revolución.
En los pasillos del parlamento circula un chiste cruel: es mejor llamar a su partido Pedimos que Podemos. García le sale al paso a cualquier suspicacia o juego de palabras: "Nosotros nunca pedimos que nos dieran ministros ni cargos, apoyamos al gobierno porque consideramos que era necesario darle en ese momento soporte institucional a un proceso de cambio". No define sus posiciones a partir de lo que es, sino a partir de lo que se niega a ser, y explica por qué Podemos no ha entrado al Partido socialista Unido de Venezuela (PSUV): “No creemos en un partido que sea montado absolutamente por el Estado, porque si un gobernador o un ministro son quienes lo hacen, surgen perversiones. No estamos sólo para defender el proceso, no vamos a ser unos parlantes ni una caja de resonancia sino que vamos a escuchar, digerir, pensar, y luego a respaldar lo que se pueda respaldar. Uno no necesariamente se inscribe en un partido porque va a escoger una militancia definitiva, la mayoría se anota en él para apoyar las políticas y el liderazgo”, y asoma que “mucha gente también se inscribe por otras razones, las que sea, tú sabes a lo que me refiero”.
La historia de Ismael García en la militancia es una muestra de que las afiliaciones no duran para toda la vida, y los partidos tampoco. El MAS fue su primer espacio partidista y a sus 52 años recuerda el camino que lo llevó a inscribirse en la tolda naranja. Cuando habla de su historia personal baja la voz. Su vocabulario y su pronunciación ya no son las del secretario general, ahora habla un tipo llano, que se enorgullece de su origen serrano y de haber comenzado a trabajar desde los nueve años. Salió adolescente de su casa familiar en Curimagua, estado Falcón, donde vivían algunos de sus “cuarenta y pico” hermanos paternos. De esa vertiente de la familia heredó algunas tierras, pero no el apellido.
Sólo 11 de sus hermanos comparten la misma madre, y dos de ellos vivían en Caracas cuando Ismael llegó a casa de una tía en El Junquito. Dice que, como todos los que migran del campo a la ciudad, llegó a la capital buscando trabajo y mejores condiciones de vida. Cada mañana su tía le preparaba dos arepas y con eso aguantaba las jornadas de búsqueda de empleo y estudio en la Escuela Técnica del Oeste, en Catia. Ahí comenzó su carrera como líder estudiantil y luego como líder sindical. A los 16 años se alistó en las filas del MAS seducido por figuras como la de José Vicente Rangel y Teodoro Petkoff, que hablaban del socialismo a la venezolana. Junto a otros dirigentes del Partido Comunista de Venezuela (PCV) se afilió a la Central Unitaria de Trabajadores (CUT).
De esa época viene su amistad con el periodista y ex dirigente sindical Mario Villegas, responsable en aquel momento del Comando de Jóvenes Trabajadores de la CUT. Al otro lado del teléfono, Villegas se sorprende por la entrevista y pregunta si Ismael lo ha nombrado. Mientras habla con agrado, dispuesto a contar lo que recuerda, rebobina la película hasta llegar a sus años del PCV: "Lo recuerdo como un líder de pensamiento autónomo y libertario, con profundas convicciones democráticas", dice Villegas, a pesar de que es crítico del chavismo. Además del activismo político, los une un vínculo afectivo: la figura de Cruz Villegas, padre de Mario y líder sindical, a quien García admira y respeta. "Él fue quien me envió a estudiar a Cuba a la escuela de formación de cuadros Lázaro Peña en 1976. El viejo Cruz era muy estricto, muy regañón, pero era un maestro", afirma García. Los compañeros de lucha luego se distanciaron, Ismael se fue a Aragua y Mario se quedó en Caracas ejerciendo el periodismo.
La relación cambió, y en ciertas ocasiones a Mario le tocó cubrir alguna actuación de Ismael como diputado del antiguo Congreso de la República o como alcalde de La Victoria. Villegas coincide con Tablante y Jiménez en que la gestión de García fue eficiente. Lo que más enorgullece al diputado de su periodo como alcalde es la implementación de programas sociales, entre ellos los Núcleos de Atención Primaria, política concebida desde la gobernación, que describe como "el primer Barrio Adentro que se hizo en el país".
Sobre los alcaldes de hoy, García tiene algunas observaciones: “A veces los funcionarios se ponen una chaqueta roja, una gorra, unos interiores, unas medias y hasta se pintan la boca de rojo, pero eso no es eficacia. Los alcaldes no son para hacer programas Aló, alcalde en su municipio, porque se creen unos "chavitos", y cuando algún vecino les reclama atender un problema de la comunidad, dicen que es fascista y golpista”.
Como burgomaestre, Ismael logró acuerdos con los industriales de La Victoria, fundó las casas del abuelo y de la mujer, restauró el casco histórico de la ciudad. Pero, por otra parte, hay quienes comentan que su fortuna personal aumentó después de su paso por la alcaldía y que ahora es uno de los políticos chavistas más adinerados. Fuentes bien informadas sostienen que, a través de testaferros, García tiene numerosas propiedades en La Victoria y en Falcón. Allí, en su terruño, construyó una casa de campo de estilo Colonial de más de 600 metros, que el militante del MAS Ivor Sosa describió como “un Falcon Crest”, en una entrevista concedida al diario Tal Cual. García sabe de esas acusaciones, y no le quitan el sueño: “La plata, como la tos, no se puede esconder, y la casa de Curimagua es una herencia familiar que hemos ido construyendo entre varios hermanos”.
Después de llamarlo insistentemente para solicitarle una segunda entrevista, García atiende el teléfono: “Aló, sí, dígame”, contesta, con voz de afán y de inmediato se irrita, “¿Pero cómo es la mecánica de esto, vale? ¿Tú no me entrevistaste ya? Me andan preguntando por mis hijos, por mi familia, ¡Mi vida es pública, todo el mundo la conoce! ¿Por qué tanta entrevista?, yo soy una persona ocupada”. Tan rápido como se altera, vuelve a la calma y dice que en la tarde estará en la AN.
Como todos los martes, llega a la sesión ordinaria. Camina a sus anchas por los pasillos del Palacio Federal, le da la mano a cuanto diputado le pasa por delante, Luis Tascón alaba la chaqueta de cuero marrón que lleva puesta. Después Ismael se sienta en su puesto de primera fila en el hemiciclo. Ahí empieza la rochela con su vecino de curul, José Albornoz, y se ríe a carcajadas hasta que la primera vicepresidenta le hace un llamado de atención, con nombre y apellido. García se calla por un rato, pero luego habla por teléfono, se para del curul, conversa con otros diputados, entra y sale del hemiciclo, a ratos se queda pensativo, ausente, y cuando vuelve en sí, hace caso omiso de las actas y propuestas que lee el secretario.
Su otra vecina de curul es Iris Varela, que opina sobre las últimas actuaciones de García, mientras atiende a un grupo de manifestantes a las puertas de la AN. "Tienen todo el derecho de tomar esa actitud, pero uno la analiza desde otro punto de vista. Yo creo que están sacando malas conclusiones desde el rechazo que el propio Presidente de la República dio a las declaraciones de Ramón Martínez. Las actitudes de él se corresponden más bien con una respuesta política orientada por la discusión interna de Podemos. Yo creo que están errados".
En medio de la sesión, el diputado se toma unos minutos para saludar de beso y abrazo a dos periodistas de la fuente. Les sonríe, conversan, y se nota que se siente en confianza. Una de ellas es Marvila Sánchez, que lo conoce desde hace casi nueve años, tiempo que lleva cubriendo la fuente política. Coqueta, acepta pasar de entrevistadora a entrevistada y dice: "Él puede atenderte el teléfono a ti y hablar con varias personas al mismo tiempo, es muy disperso. Se ha tomado muy en serio su carrera política y algunas veces más que otras ha demostrado ser una persona sensible. Se sabe los nombres de todos los periodistas de la fuente –de medios privados y públicos– y siempre tiene detalles con nosotros".
Otros periodistas recuerdan sus frecuentes lapsus linguae. "¡Aquí le estamos diciendo al mundo que este proceso va con un binomio muy fuerte. La Asamblea Nacional junto al presidente Pérez, perdón, el presidente Chávez!", pronunció en una sesión especial en El Calvario. Los presentes estallaron en risas. No era, desde luego, la primera vez que esto ocurría. Ya antes había calificado a la revolución como un proceso "indevolvible". Fue así como se ganó el apodo de "el filósofo de La Victoria".
Hoy, cuando es la cara visible de la oposición dentro del chavismo, García no ha sido bautizado aún con un nuevo apodo, y en los círculos políticos se especula sobre su conducta. “Si Chávez le asignó a García una responsabilidad como la del comando Ayacucho es porque lo valora”, razona el ex gobernador Tablante, y luego apunta que el distanciamiento con el Presidente puedo haber comenzado tras los cuestionamientos que recibió del chavismo durante el revocatorio. García ha aceptado sin chistar muchas de las burlas, acusaciones y críticas de algunos grupos. Por eso Jiménez, lo describe con condescendencia: "Es más bien un hombre visceral, que ha sido maltratado, y probablemente ahora está respondiendo".
Mientras pasa la turbulencia, Ismael García sigue haciendo su rutina diaria de ejercicios y se cuida de no salir a trotar en la calle, "no vaya a ser que un fanático me dé una pedrada". El hombre, dijo un poeta, es un animal de costumbres. Y García encarna esta máxima a la perfección.
Aunque Chávez le ha dicho al combo de Podemos que los considera en la oposición, García se resiste a la ruptura y canta el repudio sufrido casi en clave de despecho: "Yo no he caído en desgracia con nadie, lo que he hecho es lo que considero que debo hacer. Lo justo", y explica su actitud frente a las manifestaciones estudiantiles: "Estos muchachos no son ningunos oligarcas, son gente de clase media. Mi hija se graduó de abogado en una universidad privada, y no por eso somos oligarcas". Considera, además, que debe abrirse un proceso de diálogo y que hace falta voluntad política para que éste se inicie. "Ante el país se va desnudando quién es el que tiene voluntad de hacer las cosas democráticamente o no. No podemos llamar a la gente a confrontarse físicamente en las calles, porque eso sí es fascismo".
K.
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4 comentarios:
A mí, no me gusta la revista Exceso. Me parece un poco patético sentarme a leer una revista que escudriña en la vida personal de otros.(bastante tengo con la mía)
Pero este perfil está bueno y es respetuoso, no como los que escribe Faitha Naimens.
Rememorando el pasado,recuerdo cuando era miembro de la ex "Asociaciòn de Artesanos Latinoamericanos de La Victoria",en tiempos en que el señor Ismael Garcia fue alcalde, los artesanos de La Victoria fuimos fundadores del Ateneo de La Victora, y en ese lugar y su contorno trabajabamos,sin embargo la falta de participaciòn de los grupos culturales en el ateneo de esa època, el control de la instituciòn por la fundaciòn
"Hijos y Amigos de la Victoria" representada por la oligarquia econòmica de la ciudad, y la implementaciòn de directrices politicas del movimiento al socialismo MAS, terminaron por obstinar al artesanado, ya que el espiritu libertario de los artesanos, y la defenza de la Identidad Nacional que representan nuestras obras, no podìan subsistir en un ambiente de sometimiento e imposiciones despòticas feudales de grupos de poder, no acordes con los principios latinoamericanista de nuestros miembros,por lo cual creamos la organizaciòn artesanal antes nombrada,y montamos nuestra expoventa al borde de la plaza Bolivar de La Victoria. pedimos el apoyo del señor alcalde Ismael Garcia, manifestandole nuestras diferencias de criterios con la vieja politica heredera del puntofijismo,pero el señor Ismael Garcia nos obligò a retornar al nido del puntofijismo, con lo cual se diluyò la organizaciòn cultural latinoamericanista,se produjo el èxodo de artesanos,y se redujo hasta el dia de hoy la evoluciòn y pluralidad de la presencia de tècnicas, tendencias y manifestaciones artesanales, ¿a quièn beneficia la desapariciòn de la memoria y desarrollo cultural històrico de los pueblos?, !por sus frutos los conocereis!, "por ser tibios, y no ser frios ni calientes, os vomitarè de mi boca" dice el dios biblico de los judios, creo que el mundo vive tiempos en que tapamos el hueco de la capa de ozono, o el planeta muere achicharrado,!no hay terminos medios!,todo es asunto de conciencia. lo demàs es bla bla y especulaciòn.
Gracias por tu comentario Alberto. Hubiera sido interesante indagar más sobre la gestión de García en La Victoria, pero no hubo tiempo.
Saludos
K.
Qué deleite leer un reportaje sobre un chavista que se desliga de la visión intolerante y repudiante que toman algunos periodistas. Una prosa limpia, bien hilada y sin doble agenda, que además me está ayudando en mi análisis psicoanalítico de Ismael García. No creas que es placer, es obligación para mi clase de Psicología de la Comunicación. Estudio comunicación social en la Universidad del Zulia.
Saludos,
Rob.
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