martes, 14 de agosto de 2007

Banda sonora I

Estas son tres canciones del soundtrack de la primera infancia. Vienen en LP o casete, con el ruido típico de los picós, o de la cinta en los cabezales.

Oh que será
Willie Colón

Mi mamá tenía una lámpara preciosa en la casa. Era redonda y de papel, de esas que hay en los apartamentos pequeños de la gente que lee y hace fiestas. En las noches, antes de dormir, me imaginaba que esa lámpara era la luna. Una luna gigante y colgada con un cable largo, que dejaba que la viera si me asomaba por la rendija de la puerta del cuarto. Bajo el haz de luz amarilla había un disco de pasta, con su cubierta grandota de cartón, en la que aparecían un montón de niños de todas las razas en pañales. Mi mamá prendía la planta y ponía música, no sé si era precisamente de ese disco o de un casete grabado por alguno de sus amigos de la escuela de letras. Comenzaba el tema en technicolor y mamá intentaba cantarlo completo. Yo la escuchaba, la miraba, pensaba en lo bonita que se veía cuando se pintaba la boca con el labial que yo le había dañado por tratar de usarlo a escondidas. Me asustaba cuando me regañaba por esas cosas, y también cuando la canción hablaba de los fantasmas. No entiendía por qué alguien se hace una pregunta tan simple como esa: "¿Qué será?". Antes de que terminara la canción, le pregunté: "¿Mami, qué es?". No recuerdo con precisión su respuesta, pero la memoria me ha jugado una trampa en la que la oigo decir: "Cuando seas grande lo sabrás....".

Bemba colorá
Celia Cruz

La lámpara ya no estaba en el apartamento, no sé dónde fue a parar, lo cierto es que aún había fiestas. Mi papá estaba tan joven, y tenía tantos amigos simpáticos y alocados, que era el ambiente perfecto para una chiquita de cinco o seis años. Abajo vivía mi abuela y no creo que ella tuviera ganas de integrarse al grupo. Más bien prefería acostarse en el borde de la cama y ponerse pañitos de agua fría en los ojos, porque se le cansaba mucho la vista. Pero en el piso tres la fiesta estaba en pleno furor. Yo no bailaba salsa, todavía. Pero tenía unas zapatillas rojo carmín con unas trencitas un poco más oscuras. Mi tío Miguel, tan grandote como es, me preguntó si sabía bailar, y antes que pudiera responderle, me agarró de las manos y comenzó a cantar como un sonero desatado. "Es que tu tienes la bemba... bemba colorá". Si miraba al frente le veía los muslos, mirarlo a los ojos era un imposible -evidentemente por mi tamaño-, así que le miré los pies y comencé a mover los míos, notoriamente más pequeños, igual que los de él. Los zapatitos rojos eran una belleza: talón con talón, rodillita flexionada, un poquito de hombros y ya está, era la reina de la salsa y la fiesta. Mientras tanto, mi abuela se había quitado el pañito de los ojos, había agarrado el palo de la escoba y le daba palazos al techo de su apartamento para que el piso vibrara y nos alborotara los pies. O para que nos calláramos de una vez por todas.

Unicornio azul
Silvio Rodríguez

Ya no había fiesta, ahora íbamos en el carro de mi tía, un Fiat anaranjado (de esos cuadraditos, que no sé qué modelo son), con los vidrios ahumados, a tomar merengada de chocolate a la heladería Crema Paraíso en San Bernardino. El caasete de Silvio sonaba cheverísimo en ese reproductor ochentoso. Mi mamá y mi papá cantaban el coro, y yo también. Ya me había aprendido la canción, porque la había oído en el equipo de sonido del apartamento. Me preguntaba por qué ese tipo, si tenía un unicornio azul, lo había dejado sólo pastando por ahí. Y ahora se quejaba de que lo había perdido. Era un poco tonto el asunto, pero además ofrecía una recompensa, después de tanto descuido. Yo sabía que ni de vaina ese cuento era verdad, y sospechaba que Silvio no estaba diciendo exactamente lo que yo entendía de sus palabras. Me parecía una historia incierta, aunque al final me daba tristeza: la merengada de chocolate se acababa muy rápido, y en el fondo el tipo estaba verdaderamente consternado. Pedía ayuda para encontrar a su animal imposible. Yo sabía que no podía ayudarlo, pero cuando veía a mi papá y mi mamá cantando el coro a dúo y con sentimiento, pensaba que a lo mejor alguien, algún día, lo iba a encontrar.

K.

2 comentarios:

Carmen Posada dijo...

Hola hermosa!!! me vine a dar una pasadita y me encontré tremendos textos tuyos aquí.

Este, especialmente me recordó el tiempo que compartimos el apartamento de la macarena y la música que te encantaba.

"Periódico de ayer"

Besos

Anónimo dijo...

Jefa, me encanta, sobre todo el del unicornio azul y oh qué será. El disco de Fantasmas me lo sé de memoria. Un beso.